Capítulo XXV: Que trata de las
estrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la
Mancha, y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros
Don
Quijote y Sancho se despiden del cabrero y comienzan a adentrarse en la
montaña. Muy a pesar de Sancho, y es que el pobre está más que cansado de tanta
aventura descabellada
Sancho
le pide permiso a don Quijote para marcharse. Ya está agotado, pero lo que
realmente lo mata es tener que seguir a su amo en el más absoluto de los
silencios pues ese es el estado en el que está don Quijote: sin abrir la boca
para emitir sonido.
Y es que
Sancho no entiende ese afán de don Quijote en pelearse con todo el mundo por
cosas que en el fondo no son de su incumbencia. Porque…vamos a ver… ¿qué tiene
de malo decir que la reina Madásima, un personaje de ficción, está amancebada
con su cirujano? Tengo que explicar que este es el motivo por el que Cardenio
en el capítulo anterior reacciona de forma tan violenta hacia don Quijote
porque él afirmó eso, algo que a don Quijote le sentó fatal.
Sí, don
Quijote quiere buscar al loco que soltó esa sandez, pero también busca imitar a
Amadís de Gaula, el único caballero tenido como tal en todo el mundo (para don
Quijote, claro)
Si Amadís se volvió loco de amor, don Quijote también. Pobre mío, que no es
consciente de que la locura ya la trae de casa…
Así que
don Quijote comienza a pensar en si Dulcinea ha flirteado con otros hombres…pero,
¿tiene él constancia de eso? No, ni falta que le hace. Lo único que quiere es
que Dulcinea sepa que si es capaz de hacer estas locuras sin motivo, de qué
sería capaz si se los diesen… (francamente, no creo que sea capaz de hacer más
tonterías este hombre)
No,
Sancho no está conforme con este argumento y decide seguir cuestionando las
acciones sin sentido de su señor. ¿De
dónde se ha sacado él, don Quijote, que el bacín del barbero es el yelmo de
Mambrino?
La
respuesta de don Quijote es clara: Sancho es corto de entendederas y no llega a
comprender que entre nosotros hay seres que nos encantan, que nos hacen ver
cosas que no son, que lo que a uno nos parece una cosa, a otro le resulta otra.
Fin de la discusión.
En fin,
que se les echa la noche encima, en medio de lo más profundo de Sierra Morena.
Y como a perro flaco todo son pulgas, mientras descansan durante la noche,
Sancho sufre el robo de su asno y de su jumento.
¿Y
quién es el ladrón? Pues nada menos que Ginés de Pasamonte, sí, aquel mismo delincuente
al que nuestros amigos liberaron (junto a otros) de aquella cadena de presos.
Imaginaos
al pobre Sancho cuando se despierta… está que le da algo. Don Quijote lo
consuela lo mejor que puede y parece que sus palabras tienen efecto pues
consiguen calmar al pobre Sancho.
Siguen
su camino y llegan a un lugar bastante tranquilo y apacible en la montaña. Allí
es donde don Quijote da rienda suelta a sus lamentos, a su mala suerte como
caballero. Decide escribir una carta en la que se narren sus infortunios (que
no son pocos) y otra carta de amor, destinada a Dulcinea.
En este
momento es cuando Sancho de da cuenta de que sí conoce a Dulcinea. O más bien a
Aldonza Lorenzo, su verdadero nombre. Sancho deja claro lo que todos sabemos ya:
que Dulcinea es de todo menos delicada, nada que ver con esas dulces e
indefensas princesas de las historias que cuenta su señor (Sancho llega decir
incluso que es una “moza de chapa, hecha
y derecha y de pelo en pecho…”)
En fin,
que Sancho (consciente de la “finura” de la moza) le pregunta a don Quijote que
qué sentido tiene enviarle una carta si probablemente Dulcinea no le va a hacer
ni caso. ¡Ay, Sancho! ¡Qué poquito sabes del amor!
Y es
que don Quijote le suelta tal argumento en contra de su idea que Sancho se cree
a pies juntillas tan disparatada misión. Y es por eso por lo que escribe a
carta a Dulcinea, además de otra carta dirigida a la sobrina de don Quijote en
la que le deja clara la intención de regalarle a Sancho tres pollinos en pago
por sus servicios.
Sancho,
a lomos de Rocinante, sale para enviar las cartas. Se despide de su señor, el
cual queda solo y medio loco (si eso es posible), emulando a Cardenio. Solo y
loco de amor por Dulcinea.
¿Se
volverán a ver Sancho y don Quijote?